25/01/2015
Y llegaron los croses. Puedo decir que disfruto mucho cada vez que hago uno. El año pasado me estrenaba en esta modalidad que, a pesar de no favorecer mucho en mis tiempos, vivo de manera indescriptiblemente distinta.
No deja de ser una competición, con mucho nivel, pero luchada de forma diferente. Dejamos el asfalto por parcelas de relieves totalmente irregulares. Terrenos que ponen a prueba nuestros tobillos; hierba ya aplastada que por momentos nos deslizan poniendo a prueba nuestro equilibrio, charcos que se muestran a modo de sorpresa y el imprescindible barro, ¡qué sería un cross gallego sin barro! Impensable.
Nuestra prueba arranca a la 13.30 (hoy no se madruga), llegamos con tiempo para disfrutar del ambiente, observar el recorrido, calentar... antes de pasar por cámara de llamadas.
Los nervios afloran. El momento se acerca. 4000 metros por delante. Últimos minutos previos en buena compañía (las chicas Ourenrunning), consejos, fotos, disfrutando del momento.
Pistoletazo de salida. Desde la calle 15 sale una servidora. Arriba. Adelante. Pulsaciones a tope. Forzada. Primera vuelta terminada. Quedan 3. A medida que avanzo me siento más cómoda. Intento memorizar por dónde pisar en casa paso. Aunque el día está estupendo, el terreno es exigente y la posibilidad de lesionarse está ahí.
Van 2. Van 3. Y suena la campana. Aviso de que estoy en la última vuelta. A darlo todo. Ya está hecho. Se acabó.
21 minuto de dolor y todo un año para recordarlo con añoranza. Nos vemos Friol.
Fotos de Tito Picouto. Muchas gracias.
